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Cuando te sientes sola aunque estés en pareja
psycnoemigarcia
30 may
2 Min. de lectura
A veces, en una relación, uno siente que está con alguien que no se involucra del todo. Que no expresa mucho lo que siente, que no es muy afectuoso, o que responde con un “yo soy así” cada vez que intentas hablar de lo que necesitas emocionalmente. Y eso puede hacerte sentir sola, confundida o incluso culpable por “pedir demasiado”.
Pero, ¿Qué hay detrás de esa frialdad?
Desde una mirada terapéutica, muchas veces no es que esa persona no sienta. Es que aprendió a protegerse del dolor cerrando la puerta a lo emocional. Tal vez en su historia hubo situaciones donde amar significó sufrir: abandono, pérdida, falta de cariño o decepciones que dejaron huella. Así que ahora prefiere no sentir demasiado para no volver a pasar por eso.Es como si dijera: “Mejor no me ilusiono, así no me duele”.
Este tipo de defensa suele ser inconsciente. La persona no siempre se da cuenta de que está evitando vincularse a fondo. Puede incluso justificarlo diciendo que “no le gusta el drama”, que “el amor es una fantasía” o que “no necesita a nadie para estar bien”. Pero al mantenerse siempre un poco distante, termina alejando el cariño genuino que sí podría sanar.
Vivir con esa coraza tiene un costo. Porque al evitar el dolor, también se termina evitando el amor, el disfrute, la intimidad real. Y en esa distancia, muchas veces se lastima a la persona que está del otro lado, que siente que tiene que pedir cariño, atención o que está cargando sola con la relación.
Y no se trata solo de frialdad. Muchas veces esa actitud va acompañada de poca disponibilidad emocional, silencios prolongados, falta de empatía o una especie de indiferencia ante lo que al otro le duele. Y eso, sostenido en el tiempo, va desgastando profundamente el vínculo.
Si te encuentras en ese lugar, recuerda esto:
👉 No estás pidiendo demasiado cuando pedís lo básico: cuidado, empatía y presencia emocional.
👉 Y también: quien no sana sus heridas, sin querer, puede herir a otros al tratar de no volver a sufrir.
Muchas veces, la frialdad emocional no solo habla del otro, sino también de lo que vos estás aceptando, esperando o intentando sostener sola. Preguntarte por qué te quedás ahí, qué te duele, qué estás necesitando, también forma parte del proceso. No para culparte, sino para empezar a cuidarte.
Y algo más: cuando crecemos con carencias afectivas, es común que terminemos “tolerando” relaciones frías porque nos resultan familiares.
Como si ya conociéramos ese clima emocional, aunque nos haga daño. Romper ese patrón requiere mirar hacia adentro, cuestionar el guion aprendido y abrir la posibilidad de algo distinto.
Por eso, si sentís que en tus vínculos aparece una y otra vez esta sensación de desconexión, de frío emocional o de tener que rogar por afecto, puede ser muy sanador explorarlo en un espacio terapéutico.
Porque mereces estar en una relación donde no tengas que explicar una y otra vez por qué te duele lo que te duele.
Y mereces que te quieran sin tener que rogar por ello.
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